"quiero estudiar, quiero aprender, quiero escribir. tengo veintidós años. y sé muy poco. no sé lo que debería haber aprendido hace muchos años. sé, en cambio, lo que debería saber después, de ahí que me sienta anciana y niña al mismo tiempo”. alejandra pizarnik
la primera vez que leí a alejandra pizarnik me impresionó muchísimo.
que alguien pudiera escribir cosas tan delicadas me hizo un nudo en la garganta. recuerdo un poema donde decía: “señor tengo veinte años, también mis ojos tienen veinte años y sin embargo no dicen nada”. todavía no lo entendía, pero sí lo sentí.
en ese tiempo, yo tenía diecisiete o dieciocho años y escribía para esconderme. pensaba que si lograba que mis textos sonaran bonitos, nadie notaría que me sentía rota. por eso me impresionó tanto ella. porque no escribía para esconderse; al contrario, mostraba la herida, la nombraba, la repetía. a veces parecía que no quería curarse, que solo quería decir: “esto me duele y no sé cómo dejar de sentirlo”.
ahora la leo de otra forma. a los veintitantos, hay cosas que ya no me parecen románticas y ya no romantizo su dolor. entiendo mejor su cansancio, su necesidad de silencio, su obsesión con desaparecer. me doy cuenta de que muchas veces no escribía desde la inspiración, sino desde la angustia. desde el insomnio, desde la autocrítica constante. me impresiona leer sus diarios y ver cómo dudaba de sí misma todo el tiempo. cómo decía que su poesía era una forma de pedir ayuda, pero también de esconderse. me identifico con eso más de lo que quisiera.
en sus diarios escribió:
«reír. reír fuerte. ¡qué gracioso! pensaba escribir… ¡espejismos! escribo terriblemente mal. estoy deshonrada. sucia. no tengo dinero ni amigos ni amor. deseos. solo deseos. pérdida. mi vida es un eterno perder rociado de angustias y melancolías baratas. nada queda. hay una sensación de aridez vergonzosa. así va la vida, alejandra. tengo infinitos deseos de suicidarme.»
no sé si alguna vez se sintió orgullosa de su escritura. yo tampoco me siento así siempre. a veces escribo como quien escribe un mensaje en un papel y lo guarda en su cajón. por si alguien lo encuentra o por si yo misma lo vuelvo a leer algún día y me reconozco.
actualmente leer a alejandra pizarnik no me consuela; me acompaña (pero no me calma). me deja más preguntas que respuestas. ¿se puede escribir sin hacerse daño? ¿se puede nombrar el dolor sin quedarse atrapada en él? no tengo idea. ella tampoco la tenía, creo.
Gran post! Me hubiese gustado haber leído a Alejandra en mi adolescencia, pero por azares del destino me tocó en mis 20. Y concuerdo con que es una experiencia distinta, se le comprende mejor y no se cae en la romantización.
Lloré y tengo infinitas ganas de llorar aún más. Yo también conocí a Pizarnik en mi adolescencia, justo tengo 20 años y siento todo lo que ella sintió. No podría sentirme más identificada con tu explicación, me encantó. Ojalá se pudiera reventar el botón de like. Un placer haberte leído. 🌸❤️🩹