me di cuenta de que pensar en el futuro me estaba enfermando. no solo de ansiedad, sino también de culpa, de expectativas y de preguntas sin respuesta. llevo años sintiéndome así, con un nudo en el pecho. fui diagnosticada con ansiedad general. no es algo que me defina, pero sí es algo que me acompaña. no siempre entiendo qué la dispara, a veces, ni siquiera pasa nada grave, pero yo ya estoy imaginando diez mil posibles catástrofes.
me cuesta no tener el control, me cuesta decir “no sé”, me cuesta no planear. incluso cuando duermo, mi cabeza sigue haciendo listas. me preocupa no tener dinero, me preocupa que este camino que elegí —escribir— no sea suficiente. me preocupa decepcionar a alguien, decepcionarme a mí.... a veces hasta las tareas más mínimas me abruman.
entonces empecé a hacer algo que antes me parecía imposible: dejarme estar sin hacer nada grande, sin tratar de resolverlo todo, sin buscarle sentido a cada cosa. comer si tengo hambre, dormir si quiero, llorar si lo necesito, responder mensajes cuando me sienta con energía sin forzarme tanto y sin ser tan exigente.
empecé a vivir solo el día que tengo, ¡a veces ni siquiera eso! a veces solo esta hora, este momento. el futuro ya no lo quiero cargar. no sé si tengo fuerza para eso y si me preguntan, no, no es resignación, es otra forma de resistencia, de cuidado y de cordura.
antes pensaba que si me organizaba lo suficiente, si era precavida, si estaba pendiente de todo, podía evitar las desgracias en mi vida. como si anticiparme sirviera de algo, pero la vida no funciona así, la vida hace lo que quiere cuando quiere. uno puede tener todo planeado y de todas formas perder algo o a alguien o a sí misma.
me cansé de estar siempre alerta, de ser mi propia vigilante, así que ahora repito cosas pequeñas: hoy estoy viva, hoy no me pasó nada terrible, hoy hablé con alguien que quiero, hoy me bañé, hoy comí algo que me gusta, hoy no tuve un ataque de pánico y si lo tuve, ya pasó, no me mató, estoy acá.
me hubiera gustado entender esto antes, pero antes no podía, no me salía, porque antes tenía miedo de soltar. ahora también tengo miedo, pero lo hago igual porque entendí algo que me repito mucho: si algo malo pasa o tiene solución o no; si tiene solución se arregla y si no, pues ni modo.
también entendí que no todo se soluciona con esfuerzo. hay días que solo hay que dejarlos pasar, no todos los días tienen que ser útiles ni felices, ni intensos. algunos solo son solo días y ya.
vivir un día a la vez no me sale siempre. claro que tengo recaídas, claro que me tiento a planear, a controlar, pero cuando puedo hacerlo, aunque sea unas horas, me siento más tranquila, más en paz y más yo.
he aprendido a agradecer los pequeños descansos. por ejemplo una taza de té, una risa, un texto que escribí sin apurarme, una siesta sin culpa, una conversación en la que no tengo que fingir que estoy bien.
ahora sé que no todo está en mis manos y aunque me asusta, también me alivia porque ya no quiero ser responsable de todo ni de todos, ni siquiera de mi futuro.
estos días, intento pensar menos en cómo debería ser mi vida y más en cómo me siento hoy. y si hoy estoy cansada, descanso; si hoy estoy triste, lloro; si hoy tengo energía, la uso. si no, también está bien. simplemente ya no me preocupa el mañana. mañana es otro día y ya sabré qué hacer.
vivir un día a la vez es mi manera de cuidarme y me está ayudando mucho. es lo que me mantiene de pie ahora mismo y si algún día vuelvo a caer, ya sabré cómo empezar de nuevo: paso a paso, momento a momento, sin exigirme saberlo todo.
no sé qué va a pasar mañana, pero tengo esta hora hermosa y este texto y esta versión mía que, aunque no lo parezca, está intentando ser más amable consigo misma. me doy las gracias por no rendirme y por salvarme la vida poquito a poco.
Por ahi lei este resumen:
"La depresón , exceso de pasado
Estrés, exceso de presente
Ansiedad, exceso de futuro"
Me parece acertado, por cierto, bonito texto
Muy buena reflexión, gracias por compartir. Vivamos un día a la vez, mañana quizás no vendrá.